Sé que el título es equívoco, porque no quiero hablaros de una evolución sociológica de una institución. Quiero hablaros de otro «génesis», del primer libro de la Biblia. Pero no quiero hablar de una obra literaria, sino de una obra literaria que ha sido leída como «escritura sagrada», y esto no porque la escribieran los ángeles – la escribieron y reescribieron hombre, basándose en historias que contaban abuelos y abuelas – sino porque la leyeron hombres que vieron reflejadas en sus páginas lo más sagrado de la vida humana, algo que está dentro de todos nosotros y que ellos definieron como «imagen de Dios» (Gen 1,27)
Así que esta imagen de Dios se plasma en el varón y la mujer. Pero no es en la inteligencia, como nos podría parecer, ni en la capacidad de controlar la naturaleza y sus secretos; la imagen de Dios queda plasmada en el varón y la mujer unidos y dando la vida el uno por el otro. Claro que para entender esto habrá que llegar a la Carta a los Efesios (que está unos cincuenta libros después…. lo dejamos para otro día ¿verdad?)
Así que el Génesis nos presenta al ser humano desde la perspectiva del proyecto ideal, antes de cualquier mala decisión que pueda poner en riesgo el proyecto que Dios tiene para el ser humano. Por seguir con la metáfora de la imagen de Dios, lo que tenemos en el Génesis es esa imagen de Dios moldeada en carne humana. Una imagen perfectamente impresa, antes de que se arrugue o se oxide por mal uso (… eso es lo que llamaremos pecado… pero también mejor charlamos en otro post… si no te importa)
Os propongo dos textos cortitos. Son dos momentos en los que el varón «nos dice» cuál es el nombre de la mujer. Decir el nombre es explicar lo esencial de alguien, también en nuestros días; el hecho de que el varón ponga nombre a la mujer es parte de la historia…¡el varón está poniendo nombre a todo! Por eso se lo pone a la mujer, pero le pone un nombre muy muy especial.
El hombre exclamó: ¡Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! por eso será llamada «Hembra», porque ha sido tomada del Hombre.
Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.
Gen 2,23-24
Que no os confunda la forma de hablar de hace dos mil quinientos y pico de años. La historia del génesis (esa que contaban los abuelos y las abuelas) decía que todos los animales estaban hechos del polvo de la tierra, como el hombre, pero la mujer está «tomada» del hombre, y además es hueso de hueso y carne de carne. Un poco poético, pero es su forma de hablar de igualdad de identidad (y de dignidad, y de derechos, y de esencia y naturaleza y muchas otras cosas que sólo entrarán en el pensamiento humano siglos después)
Y lo dice «el hombre». Me gustaría jugar con la palabra «varón» pero el autor del Génesis elige muy muy bien su palabra. Lo llama «hombre» (Adán) como nombre común, no como nombre propio y lo hace por una razón interesante. En esa historia que se cuenta en el pueblo y que nos ayuda a ver el mundo tal y como lo vemos los miembros de nuestro pueblo, el concepto de «ser humano» podría quedar reducido al concepto de «hombre» y a los atributos masculinos (sí, hablo de patriarcado…. y de hetero, supongo, dado lo que pasa luego en Sodoma). Y sin embargo, en el Génesis, ese «hombre» está incompleto hasta que «se une a su mujer y son los dos una sola carne». ¡Así que «el hombre» sólo llega a ser auténtico «hombre» cuando se hace una sola carne con la mujer! En sentido metafórico ¡y también en sentido literal! De hecho esto queda clarito cuando escribe Gen 5,2.
No tengo muy claro que se pueda acusar al libro de defender aquí un «patriarcado» ideológico (lo del hetero me temo que sí, dado lo que pasa en Gen 19)
Y sobre la acusación de qué pasa con los que no se casan, para el escritor del siglo V antes de Cristo está claro que se quedan «a medias». Claro que la Biblia «evoluciona» (¿seguro?¡pues sí!) y tenemos ese problema reflexionado y resuelto en 1Cor 7,7 y más tarde en Mt 19,12. Pero este post es para un curso de preparación para el matrimonio, así que el único con este conflicto de intereses es el cura (¡pues que se apañe!
Así que la «génesis» del matrimonio nos presenta la unidad del varón y la mujer, la identidad del ser humano desde esta unidad que resuelve el gran problema que tiene Dios en Gen 2,18 «no está bien que el hombre esté solo» (que también se puede traducir por «separado» en el sentido de dividido). Dios forma a la hembra del hombre para que sean uno solo. «Ser Uno» será también una de las características de Dios (Dt 6,4; Jn 17,21)
Pero esto se queda corto para el autor del Génesis. La soledad y vivir incompleto es uno de los problemas, quizás el que más pueda agobiarnos, pero desde la perspectiva de ser imagen de Dios hay otro problema más serio. Dios es «el viviente» _(YHWH – YaHWeH se parece mucho a YeHaWaH, que es vivir…) y el hombre está clarísimo que es mortal (quizás incluso es un «ser-para-la-muerte» ¿verdad, Heidegger?) ¡pues menuda imagen de Dios!
Para eso está nuestro segundo texto.
El hombre llamó a su mujer «Eva» (HaWaH), por ser ella la madre de todos los vivos (HaY).
Gn 3,20
Esta vez el hebreo es un poquito menos paralelo y tendríamos que estar familiarizados con el hecho de que los verbos con «W» a veces tienen flexión con «Y» (vamos, que la letra waw y la letra yod son casi iguales… palito largo palito corto y en algunos verbos se intercambian).
El texto no parece tener nada importante. Asociar «vida» con una mujer no requiere mucha imaginación, sobre todo en la estructura social de hace veinticinco siglos (aunque hace apenas veinticinco o treinta años pusimos de moda esa reivindicación del «parir» como específico de la mujer, la única con derecho a decidir). Así que parece inmediata la asociación de «mujer» con «vida».
Lo realmente interesante es que esta frase está justo detrás de una de las frases más solemnes de Dios, de esas que todos recordamos «polvo eres y en polvo te convertirás». Una descripción gráfica de la identidad del hombre (ADaM) tomado del polvo de la tierra (ADaMaH) de forma que cuando Dios le retire su espíritu de vida volverá a ser sólo polvo. Es lo que eres, tierra, y es lo que serás. ¡Y va el tío y dice «mi mujer es Vida»! Y no lo dice con un acto de chulería – que lo parece – sino que constata una realidad. Yo vuelvo al polvo, pero el aliento de vida permanece. Esa «imagen de Dios», aunque siga sometida a la muerte, mantiene parte de esa fuerza divina. Porque, a fin de cuentas el «nombre» de Dios suena mucho a «vivo» (Mc 12,27; Jn 14,6)
Dos textos – perdón por la larga explicación – para entender que en la «génesis» del matrimonio está está unión de los esposos que los completa y esta vida que ellos generan. La génesis del matrimonio es ser «imagen y semejanza de Dios», una imagen visible y palpable de un Dios invisible. Exactamente como hacemos en todos los sacramentos: damos forma corpórea, temporal y contingente a esa Gracia esencial, eterna e intangible de Dios.