”El Corazón de Jesús es el símbolo por excelencia de la misericordia de Dios; pero no es un símbolo imaginario, es un símbolo real, que representa el centro, la fuente de la que ha brotado la salvación para la entera humanidad”. (PAPA FRANCISCO)
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El pasado domingo celebrábamos la fiesta del Corpus Christi, el Cuerpo de Cristo que somos todos, el Cuerpo de Cristo que se parte y reparte, que repartimos compartiendo lo que somos.
En 1675, Santa Margarita María de Alacoque tuvo una visión de Jesús que el enseñaba su corazón, envuelto en llamas y le decía “He aquí el corazón que ha amado tanto a los hombres, que no se ha ahorrado nada, hasta extinguirse y consumarse para demostrarles su amor. Y en reconocimiento no recibo de la mayoría sino ingratitud”.
Tener una visión no sólo es algo místico, es también una forma de expresar que te das cuenta de algo, que tu alma percibe una imagen que te hace comprender algo nuevo de Dios. «Mi corazón está tan apasionado de Amor a los hombres que no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad es necesario que las derrame»
Un corazón en llamas, coronado de espinas, con una herida abierta de la que brota la sangre y en la que se planta una cruz. Son símbolos que expresan ese lo que Dios nos quiere, como si su corazón se «partiera» de amor por los hombres, se «derritiera» por nosotros, como si estuviera ardiendo de amor.
Lo celebrams después del Corpus para entender que lo central de la presencia de Dios entre nosotros no es que nosotros los tengamos cerca, sino que El se muere por estar cerca de nosotros.
Danos un corazón, grande para amar,
danos un corazón, fuerte para luchar.
1.- Hombres nuevos creadores de la historia,
constructores de nueva humanidad,
hombres nuevos que viven la existencia
como riesgo de un largo caminar.
2.- Hombres nuevos luchando en esperanza,
caminantes sedientos de verdad,
hombres nuevos sin frenos ni cadenas,
hombres libres que exigen libertad.
3.- Hombres nuevos amando sin fronteras,
por encima de razas y lugar,
hombres nuevos al lado de los pobres,
compartiendo con ellos techo y pan.
Sermón 70 A
La lengua del Señor, llama y dice: Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. Quien no está fatigado, no escuche; quien, en cambio, sienta fatiga, escuche: Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados. Quien no se encuentre cargado, no escuche; pero quien se siente cargado, escuche: Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados. ¿Para qué? Y yo os aliviaré.
Todo el que está fatigado y va cargado, busca alivio, desea el descanso. ¿Y quién no está fatigado en este siglo? Que me digan quién no se fatiga ya en el trabajar, ya en el cavilar. Se fatiga el pobre en sus tareas; se fatiga el rico en sus cavilaciones. El pobre quiere tener lo que no tiene, y se fatiga; el rico teme perder lo que tiene, y queriendo acrecentarlo con lo que no tiene, se fatiga más. Por otra parte, todos llevan sus cargas, cualesquiera pecados, que oprimen la cerviz orgullosa. Con todo, esa cerviz orgullosa se yergue bajo tan gran mole y, aun abrumada de pecados, se infla. Por eso dijo el Señor, ¿qué? Yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí.
Despiértame, Señor, cada mañana
para que aprenda de nuevo a amanecer.
Despiértame, Señor, pon tu mirada en mi corazón
para que en todo hoy te pueda encontrar y alabar.
Despiértamen, despiértame
despiértame, despiértame.
¿Qué, Señor? ¿Qué aprendemos de Ti? Sabemos que eres la Palabra que existía en el principio, y la Palabra de Dios cabe Dios, y la Palabra Dios2. Sabemos que todas las cosas fueron creadas por ti3, las visibles y las invisibles. ¿Qué aprendemos de Ti? ¿A mantener suspendido el cielo, a consolidar la tierra, a extender el mar, a difundir el aire, a llenar todos los elementos con los animales adecuados, a ordenar los siglos, a hacer que trascurra el tiempo? ¿Qué aprendemos de Ti? ¿Acaso quieres que aprendamos las mismas cosas que hiciste en la tierra? ¿Quieres enseñarnos eso? Entonces ¿aprendemos de Ti a limpiar a leprosos, a expulsar demonios, a cortar la fiebre, a mandar al mar y a las olas, a resucitar muertos? Tampoco es eso —dice—. Di, entonces, qué. Que soy manso y humilde de corazón. Se abajó a ser humilde tan gran excelsitud y ¿se estira el hombre? Encógete, redúcete, hombre, a la medida del humilde Cristo, no sea que, al estirarte, te rompas.
Aprended de mí —dijo— no a crear las criaturas; aprended que soy manso y humilde de corazón. Existía en el principio: ¿hay algo más excelso? La Palabra se hizo carne1: ¿hay algo más humilde? Manda al mundo: ¿qué hay más excelso? Cuelga de un madero ¿qué hay más humilde? Si él sufre por ti estas cosas, ¿por qué tú aún te yergues, aún te hinchas, fuelle inflado? Dios es humilde, y ¿eres orgulloso tú? Como dijo: Excelso es el Señor y mira las cosas humildes2, quizá digas tú: «A mí no me mira». ¿Qué habrá más desdichado que tú si, en vez de mirarte, te desprecia? La mirada implica compasión, el desprecio desdén. O quizá, como el Señor mira las cosas humildes, piensas que le pasas inadvertido, pues no eres humilde, eres altivo, orgulloso. Aquí no te ocultas a los ojos de Dios. Mira lo que dice allí: Excelso es el Señor. Sin duda es excelso. ¿Buscas escaleras para subir hasta él? Busca el madero de la humildad y ya has llegado. Excelso es el Señor y mira las cosas humildes. En cambio, las elevadas —para que no pienses que pasas inadvertido porque eres orgulloso—: en cambio las elevadas las conoce desde lejos13. Las conoce, pero de lejos. La salvación está lejos de los pecadores14. ¿A las humildes cómo las conoce? De cerca. ¡Maravillosa estrategia del Omnipotente! Es excelso y mira las cosas humildes de cerca; los orgullosos están altos y, sin embargo, el Excelso los conoce de lejos. Cerca está el Señor de los que tienen el corazón contrito, y dará la salvación a los humildes de espíritu15. Por lo tanto, hermanos, que el orgullo no se hinche en vosotros, sino que se pudra. Sentid horror de él, arrojadlo lejos. Cristo busca al cristiano humilde. Cristo está en el cielo, Cristo está con nosotros, Cristo está en los infiernos, no para ser retenido en ellos, sino para abrir sus puertas. De esa categoría es nuestro guía. Está sentado a la diestra del Padre, pero nos recoge de la tierra, a uno de un modo y a otro de otro; al uno con una dádiva, al otro con un castigo; al uno con la alegría, al otro con la tribulación. Recójanos el que recoge16. Recójanos, para que no perezcamos. Recójanos y llévenos al lugar donde no perecemos; llévenos a la región de los vivos17 en la que se reconocen los méritos y la justicia recibe la corona.
Quiero hablar de un amor infinito
Que se vuelve niño, frágil
Amor de hombre humillado
Quiero hablar de un amor apasionado.
Con dolor carga nuestros pecados
Siendo rey se vuelve esclavo
Fuego de amor poderoso
Salvador, humilde, fiel, silencioso.
Amor que abre sus brazos de acogida
Quiero hablar del camino hacia la vida
Corazón paciente amor ardiente
Quiero hablar de aquel que
Vence la muerte.
Quiero hablar de un amor generoso
Que hace y calla amor a todos
Buscándonos todo el tiempo
Esperando la respuesta al encuentro.
Amor que abre sus brazos de acogida
Quiero hablar del camino hacia la vida
Corazón paciente amor ardiente
Quiero hablar de aquel que
Vence la muerte.
Quiero hablar de un amor diferente
Misterioso inclaudicable
Amor que vence en la cruz
Quiero hablar del corazón de Jesús.
Amor que abre sus brazos de acogida
Quiero hablar del camino hacia la vida
Corazón paciente amor ardiente
Quiero hablar de aquel que
Vence la muerte.
Amor que abre sus brazos de acogida
Quiero hablar del camino hacia la vida
Corazón paciente amor ardiente
Quiero hablar de aquel que
Vence la muerte.
Quiero hablar de aquel que
Vence a la muerte.
Sermón 142
Pensad en la fragilidad humana, hermanos míos; mientras vivís, corred para vivir; para no moriros de verdad, corred mientras vivís. No se ha de temer la disciplina de Cristo. Mi yugo es suave y mi carga, ligera, grita él en este mismo capítulo que poco antes he tratado —Aprended de mí, porque soy manso y humilde de corazón; pues mi yugo es suave, y mi carga, ligera6—, ¿y tú disertas en contra y dices: «Todavía no quiero ser un fiel, no puedo»? ¿Qué significa «no puedo», sino que el yugo de Cristo es áspero y su carga pesada? ¿Así que tu carne te sugiere la verdad y Cristo miente? Él dice «es suave», y tu frivolidad dice «es áspero»; él dice «es ligera», y tu frivolidad dice «es pesada». Más bien, créele a Cristo que su yugo es suave y su carga ligera. No trepides, con cuello intrépido ponte debajo. Tanto más suave a tu cuello será el yugo, cuanto el cuello mismo sea más fiel.
Por qué tengo miedo si nada es imposible para ti (x4)
Por qué tengo tristeza si nada es imposible para ti (x4)
Nada es imposible para ti, nada es imposible para ti
Por qué tengo dudas si nada es imposible para ti (x4)
Enséñame a amar, por qué nada es imposible para ti (x4)
Nada es imposible para ti, nada es imposible para ti
Tú te hiciste hombre por qué nada es imposible para ti (x4)
Tú venciste la muerte por qué nada es imposible para ti
Tú venciste la muerte por qué nada es imposible para ti
Tú estás entre nosotros por qué nada es imposible para ti
Tú estás entre nosotros por qué nada es imposible para tiNada es imposible para ti, nada es imposible para ti
Por qué tengo miedo si nada es imposible para ti
Por qué tengo miedo si nada es imposible para ti
Nada es imposible para ti, nada es imposible para ti
Sermón 96
Mi yugo es suave y mi carga ligera. La caridad convierte en suave lo que los preceptos tienen de duro. Sabemos qué grandes cosas hace el amor. Con frecuencia este amor es reprobable y lascivo: ¡cuántas calamidades han sufrido los hombres, por cuántas deshonras han tenido que pasar y tolerar para llegar al objeto de su amor! Es igual que se trate de un amante del dinero, es decir, de un avaro; o de un amante de cargos públicos, es decir, de un ambicioso; o de un amante de los cuerpos hermosos, es decir, de un lascivo. Pero ¿quién puede enumerar todos los amores? Considerad, sin embargo, cuánto se fatigan todos los amantes y, no obstante, no sienten la fatiga; y más fatigas asumen cuando alguien les impide sufrir esas mismas fatigas. Si, pues, la mayor parte de los hombres son como son sus amores, de ninguna otra cosa debe uno preocuparse en la vida sino de elegir lo que ha de amar.
Sermón 344
En esta vida, toda tentación es una lucha entre dos amores: el amor del mundo y el amor de Dios; el que vence de los dos atrae hacia sí, como por gravedad, a su amante. A Dios llegamos con el afecto, no con alas o con los pies. Y, al contrario, nos atan a la tierra los afectos contrarios, no nudos o cadena alguna corporal. Cristo vino a transformar el amor y hacer, de un amante de la tierra, un amante de la vida celestial; por nosotros se hizo hombre quien nos hizo hombres; Dios asumió al hombre para convertir los hombres en dioses. He aquí el combate que tenemos delante: la lucha contra la carne, contra el diablo, contra el mundo. Pero tenemos confianza, puesto que quien concertó el combate es espectador que aporta su ayuda y nos exhorta a que no presumamos de nuestras fuerzas. En efecto, quien presume de ellas, en cuanto hombre que es, presume de las fuerzas de un hombre, y maldito todo el que pone su esperanza en el hombre1. Los mártires, inflamados en la llama de este piadoso y santo amor, hicieron arder el heno de su carne con el roble de su mente, pero llegaron íntegros en su espíritu hasta aquel que les había rendido fuego.
Me puede faltar todo en la vida
Me pude faltar hasta la vida
Pero nunca quiero que me falte
El deseo de amarte hasta el final
Hasta la locura te amo, Señor
Ya no quedan dudas en mi corazón
De que te amo (De que te amo)
De que te amo, Señor
Hasta la locura te amo, Señor
Ya no quedan dudas en mi corazón
De que te amo (De que te amo)
De que te amo, Señor
Quiero amarte hasta el extremo
Sin reservas darme por entero
Como los que se han enamorado
Yo te canto, mi amado, hasta el final
Hasta la locura te amo, Señor
Ya no quedan dudas en mi corazón
De que te amo (De que te amo)
De que te amo, Señor
Hasta la locura te amo, Señor
Ya no quedan dudas en mi corazón
De que te amo (De que te amo)
De que te amo, Señor