Toma y Lee – 19 de Abril

Domingo de la 2ª semana de Pascua

Señor mío y Dios mío

En este domingo que clausura la octava de Pascua,
volvemos los ojos al apóstol Tomás, el escéptico, el
incrédulo, el terco, el modelo de los realistas, de todos
los pesimistas, de los que desconfían cuando las
cosas salen bien.
Lo que más conmueve, lo que hacen tan fraternal al
apóstol Santo Tomás en su violenta resistencia.
Porque ha sufrido más que nadie en la pasión del
Maestro, no quiere arriesgarse a esperar. Le pasó lo
que le ocurre al hombre moderno: el que no tiene
ilusión en la vida, es un iluso lleno de ilusiones. En
este tiempo en que vivimos en que se cree tan poco,
en el que abundan tantos ateos y agnósticos, es
cuando más se sufre por la falta de fe. Quizá sufrir por
no creer es una forma discreta, humilde, trágica,
desgarradora, leal, de empezar a creer.
El apóstol Tomás puso unas condiciones muy
exigentes para creer en la resurrección: «si no meto el
dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en
su costado, no lo creo». Jesús acepta estas exigencias
con tierna docilidad: ‘Tomás, mete tu dedo… mete tu
mano… no seas incrédulo, sino creyente». Y Tomás se
sintió completamente conmovido, porque nunca se
había imaginado que Cristo atendiese un deseo tan
difícil y absurdo. El peor castigo que se puede dar a
quien no quiere creer es concederlo aquello que se
pone como condición indispensable para llegar a la fe.
El «credo» de Santo Tomás es tan breve como
sincero y espontáneo: «Señor mío y Dios mío». Oración
tan viva sólo puede pronunciarse de rodillas, con
emoción. Los creyentes de todos los siglos siempre le
han agradecido este hermoso y deslumbrante acto de
fe.

“¡Ay de mí, que ni siquiera sé lo que me falta por
saber!”
(San Agustín)


PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2,
42-47
Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los
apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y
en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles
hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes
vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían
posesiones y bienes y los repartían entre todos,
según la necesidad de cada uno.
Con perseverancia acudían a diario al templo con un
mismo espíritu, partían el pan en las casas y
tomaban el alimento con alegría y sencillez de
corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo
el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los
que se iban salvando.

SALMO

Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia.

Empujaban y empujaban para derribarme, pero el
Señor me ayudó; el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación. Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos.

La piedra que desecharon los arquitectos es ahora
la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho ha
sido un milagro patente. Este es el día que hizo el
Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.

SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 3-9
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor
Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante
la resurrección de Jesucristo de entre los muertos,
nos ha regenerado para una esperanza viva; para
una herencia incorruptible, intachable e
inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que,
mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de
Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el
momento final.
Por ellos alegráis, aunque ahora sea preciso
padecer un poco en pruebas diversas; así la
autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro,
que, aunque perecederos, se aquilata a fuego,
merecerá premio, gloria y honor en la revelación de
Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin
contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis
con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la
meta de vuestra fe: la salvación de vuestras almas.

EVANGELIO

Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-
31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las puertas
cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró
Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado.
Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al
Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así
también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis
los pecados, les quedan perdonados; a quienes se
los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no
estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros
discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si
no meto el dedo en el a
gujero de los clavos
y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los
discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando
cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano
y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino
creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído?
Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este
libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos
han sido escritos para que creáis que Jesús es el
Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo,
tengáis vida en su nombre.

Avisos

Dado el estado de alarma, todas las
actividades presenciales se encuentran
suspendidas.

La parroquia, y sobre todo Cáritas, sigue funcionando de forma telemática, por email, whatsapp o por teléfono
buenconsejo@archimadrid.es
Parroquia — 916638594 (Teléfono y whatsapp)
Cáritas — 91810583104 (Teléfono y whatsapp)

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